12 de mayo de 2020
9 de mayo de 2020
IV CRÓNICA DE CONFINAMIENTO
EN EL MOLINO
Por Luis Azurmendi
-Allí, detrás de la
canal de la marisma –me dice Tabolo- está el molino, el de mareas. Allí
llevaban las mujeres el maíz a moler. Tú eso sí lo recordarás. Hoy como ves,
esta arruinado.
Hacía calor, no se movía ni una hoja y a lo lejos, al sur, se oía
“turbon” que amenazaba por los montes de San Miguel. Apretamos el paso a medida que la gran nube
de plomo se acercaba amenazante. Llegamos a tiempo. Lo sabíamos: cuando parase
aquel viento repentino, rompería la tormenta y el aguacero haría temblar las
hojas de los laureles. La marisma cambió de aspecto: la lluvia desvaneció todos
sus perfiles y el agua perdió sus reflejos. El sabor a sal se apagó con olores
de tierra y hierba mojada.
Había más gente allí, guarnecidos bajo los restos del
antiguo molino. Charlaban animados sobre
tormentas. Entramos y hubo un intercambio de saludos con Tabolo. Eran dos señoras y un cura.
Yo me quedé mirando las paredes desnudas y los restos del
tejado.
- Era un molino- Me
dice la señora mayor como respondiéndome.
- Este señor sabe mucho de molinos –dice Tabolo,
señalándome.
- ¿Acaso es molinero?- dice la otra señora. “No, no. ¡ Qué
va!, - digo- simple aficionado. Por casualidad nací en un molino. Y ahora me
pica…”
- ¡Anda! Pues esta señora- dice la más joven – nació en este
molino. Es la hija de “Lin, el molinero“
Algo raro tenía este encuentro: la tormenta, las ruinas del
molino, la anciana molinera el pescador y el cura, que no acertaba a cómo intervenir en la conversación.
- ¿Cómo era el molino? -,
la pregunté
- De marea, y vivíamos arriba. -responde la molinera-.
Teníamos las máquinas aquí abajo y aquí, delante, algunos animales
Un fuerte trueno nos clavó la conversación.
- Las tormentas aquí eran malas –dice la molinera- pero
sobre todo cuando la mar se venía y las
olas ocupaban el cárcavo y presionaban
el suelo hacia arriba. Todo crujía.
-¿Cómo es eso?
- No sé, pero a veces tuvimos que subir los animales arriba,
porque la ola inundaba hasta las máquinas. Yo pasaba mucho miedo porque a cada
marea se oía el ruido infernal de la turbina cuando arrancaba. Tuvimos muchas
desgracias aquí. Mi padre más adelante construyó una casa aquí al lado.
El relato de la molinera me recuerda a mi infancia, cuando
de madrugada, nos despertaba un ronco y profundo silbido. Era cuando, abajo, en
el entonces taller del aitona, ponían en marcha la vieja turbina del molino.
Aquel sonido fue utilizado, además, como amenaza de la presencia de un
“mozorro” que habitaba en aquel pozo y que vigilaba que los niños nos
portásemos bien.
- En muchos sitios- digo- al cárcavo, donde está la turbina
le llamaban “el infierno”.
- Será por algo- interviene, al fin, el cura.
- ¿A qué se refiere? ¿O es que Iglesia tiene algo que ver?-.
Dice la molinera.
- Bueno, sí.-responde el cura-. Muchos documentos de la Iglesia hablan de los
molinos. Por un lado eran lugares con mala fama, que era un mal ejemplo para las
buenas costumbres…
- La mala fama la puso la Iglesia, - dice cortante la
molinera- porque, según ustedes, éramos las molineras las que fácilmente
perdíamos la honestidad…hay un libro en casa que cuenta como ustedes prohibieron las reuniones y las compañías que
no fuesen marido o hermano. Y la Iglesia, que tenía muchos molinos. ¿Qué hacía?
- Ya, pero los testimonios vienen de muy atrás, de tiempos
que no podemos ni imaginar. Uds. habrán oído como la rueda de molino era un
castigo secular y fuente de martirologio, como la ejecución de San Florián o lo
que se cuenta sobre “el molino místico”.
- Pues eso, se cuentan…cuentos- dice ella.
- Cuentos o leyendas, pero también fe. Hay que comprender al
hombre primitivo, con sus imágenes y cultura. En mi tierra corrían historias de
que el primer molino lo hizo el diablo. Otra, que San Martin fue quien copió al
Basajaun, el señor de los bosques, los secretos de las semillas del trigo y el
maíz... Pues en las Escrituras hay
referencias más serias comparando la transformación de los pecados en virtudes
en forma de harina, la pureza de la harina blanca…
- Pues aquí- replica la molinera - no había harina blanca. Todo era maíz y
escanda. Osea que de eso nada. Además en
los libros de mi padre, que era picador de piedras de moler, decía siempre que la Iglesia era cruel, así quemó
en la hoguera a un molinero llamado Menocchio.
- Quería decir- alega el cura- que aquellos castigos, como
se dice en el Evangelio, eran para proteger a los inocentes, como … San Lucas,
cuando comenta aquello de arrojar al mar
con una piedra de molino al cuello a quien escandalice a los niños…
-¡lo que nos faltaba! Pues tienen Uds. buenos motivos para aplicárselo.
Un tenso silencio ocupa el molino. Las miradas se pierden en
diferentes direcciones. Tabolo, mira hacia abajo y ve, sumergidas bajo las
aguas, varias ruedas de molino. Levanta la cabeza y, tratando de mediar, dice:
- A ver qué opina nuestro visitante que sabe mucho de
molinos.
- Pues, sí... Pero todas las religiones han utilizado los
molinos como símbolo –digo- Me interesa mucho lo que comentan pues, de alguna
forma, es uno de los motivos de mi viaje. Vengo de Nendrum, en Irlanda del
Norte. Allí hemos estudiado el molino de mar más antiguo que se conoce. Lo
construyeron los monjes de una abadía. Sucede que, aquí, otros monjes, los de
la abadía de San Antonio, hace mil años, construyeron otro. Posiblemente sea
este mismo molino, en las ruinas donde estamos,
uno de los más antiguos de la historia. Si es así sería importante reivindicarlo y fomentar más
visitas al municipio.
(continuara)
(continuara)
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Evangelio
según San Lucas 17,1-6. Después dijo a sus discípulos:
“Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le
valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar,
antes que escandalizar a uno de estos pequeños.
En el Apocalipsis sucede lo siguiente:
21 Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra
de molino, y la echó al mar, diciendo: Con igual ímpetu será derribada
Babilonia, la gran ciudad, y nunca jamás será hallada. (Nuevo Testamento |
Apocalipsis 18:21)
El libro de Carlo Ginzburg "El queso y los gusanos. El
cosmos según un molinero del siglo XVI. Editorial Península.
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